Anastasia liberada por fin del dolor
A los 31 años, cuando ya no era lo suficientemente fuerte para trabajar, Anastasia, una burra anciana, fue abandonada sufriendo en lo que debieron ser unas condiciones insoportables: literalmente, estaba siendo devorada viva por gusanos. Pero Anastasia demostró que tenía fortaleza suficiente para sobrevivir un poco más y consiguió aguantar hasta que llegó la ayuda de una amable vecina de la zona y de el Refugio del Burrito.
Anastasia había sido trabada –un método que consiste entre sí las patas de alante para restringir el movimiento y que el animal no pueda escaparse- pero en este caso estaban atadas demasiado fuerte y además eran cadenas de metal, lo que le causaba a Anastasia unas heridas profundas y unos dolores insoportables.
Para añadir aún más sufrimiento, las heridas sin curar se habían empezado a infectar y estaban cubiertas de gusanos. Al examinarla más de cerca, el veterinario se dió cuenta de que la infección se había extendido por todo su lado izquierdo, y los gusanos se extendían desde su casco hasta la parte superior del hombro.
Debió haber sido absolutamente insoportable para la pobre Anastasia. Claramente estaba sufriendo y no teníamos idea de cuánto tiempo llevaba en este terrible estado.
Marta – su heroe
Nos enteramos del estado de Anastasia por una vecina de buen corazón llamada Marta.
Ella vivía en una aldea cercana y se percató de que el animal necesitaba ayuda veterinaria urgentemente. Marta contactó con nuestro santuario para transmitirnos su preocupación por la condición de la burra, y que el dueño había dicho que “o se la llevaba ya de allí o se desharía de ella”.
Preocupada de lo que el dueño pudiera hacer antes de que llegaran las autoridades, Marta sacó a Anastasia de alli ella misma, sin recursos ni instalaciones, con tal de liberarla de aquel sufrimiento lo antes posible que fuese tratada por un veterinario lo antes posible.
Marta nos llamó pidiendo ayuda, y nuestra responsable de Bienestar Animal, Nicky Cohen, respondió a su petición inmediatamente.
Aliviando el dolor
El veterinario recortó el pelo de todo su lado izquierdo para permitir una limpieza y desinfección completa del área infestada de gusanos. Anastasia recibió un tratamiento con antibióticos y antiinflamatorios para aliviar la hinchazón y eliminar la infección. Estaba visiblemente por debajo de su peso y las muestras de sangre tomadas mostraron que sus riñones y el hígado estaban afectados por la desnutrición. Su oreja izquierda estaba caída y parecía como si hubiera sido dañada en algún momento de su vida. Después de una evaluación exhaustiva, el veterinario decidió que Anastasia no estaba lo suficientemente bien como para hacer el viaje de dos horas a nuestro santuario y que necesitaría quedarse con Marta hasta que estuviera en condiciones de viajar.
Contratamos a un veterinario para que atendiera a Anastasia mientras permanecía en casa de Marta y la apoyamos dándole consejos sobre cómo cuidarla y asesorándola en qué tipo de señales tenía que vigilar en el caso de que su salud empeorara, ya que Marta no tenía experiencia previa con burros. Marta hizo un excelente trabajo y en una semana el veterinario confirmó que Anastasia estaba en condiciones de viajar.
Nicky y Mónica Blanco, una de las cuidadoras, recogieron a Anastasia y la trajeron a nuestro refugio. Nicky dijo que “ Cuando llegamos estaba muy tranquila y no reaccionaba ante la expectación que se generaba alrededor de ella. De hecho, ¡No se quería mover del jardín de Marta! Para ser una burra tan vieja tenía una increíble fuerza y resistencia. Nos costó más de una hora convencerla de que dejara el jardín y entrara en el trailer –lo que entendemos perfectamente-, pero finalmente confió en nosotros”.
Nicky añade: “Nos sentimos muy felices de haber sido capaces de sacarla de allí y orgullosos de como Marta ha cuidado de ella. Trabajamos codo con codo para cambiar la vida de esta burra. Mirando a los sabios ojos de la anciana Anastasia, sentí vergüenza y una profunda tristeza de cómo la raza humana la había decepcionado durante tanto tiempo y deseé poder restaurar un poco de su fe en la humanidad de nuevo”.
Cuando todo no es suficiente
Anastasia llegó a nuestro santuario la primera semana de mayo. Pasó las siguientes semanas recibiendo el cariño, una dieta especial y los mejores cuidados de nuestro personal experto. Mónica, una de las cuidadoras de Anastasia dijo: “Parece más relajada y contenta, le encanta la comida especial y disfruta de los momentos de afecto de los miembros del Refugio cuando la acarician o le rascan. Todos coinciden en lo increíble y paciente que es durante las curas. Su salud mejora y se va recuperando dentro de lo esperado dada la edad que tiene”.
Su piel sanó pero sus cuidadores empezaron a percatarse de algo raro en su movilidad, parecía como que aun sentía dolor. El veterinario trás un chequeo más exhaustivo hizo un terrible descubrimiento. Las vértebras de su cuello estaban tan deterioradas debido a la artrosis severa que sufría que presionaban la médula espinal y esto le causaban un dolor continuo ya que afectaba a todos sus cables de movimiento del sistema locomotor. La pobre Anastasia, había luchador demasiado y ahora además tenía que continuar soportando ese terrible dolor crónico que no tenía cura. Jamás mejoraría ni ganaría la batalla a tantos años de maltrato. Lamentablemente lo más amable que pudimos hacer por ella, fue ayudarla a irse dignamente, y tuvimos que tomar la dura decisión de dormirla.
Al equipo del Refugio se nos rompió el corazón de tener que decirle adiós a un animal tan maravilloso. Sin embargo nos quedó el consuelo de saber que habíamos dado a Anastasia el amor, los cuidados y el buen trato que se merecía y que le hicimos sus últimas semanas lo más llevaderas posibles.
Cuando llega la hora
Los burros no muestran signos de dolor hasta que su enfermedad o dolencia está muy avanzada, por lo que hay que prestar mucha atención para detectar cualquier señal que nos pueda poner en alerta. Con la vejez los dolores son más comunes, como los causados por la artritis, enfermedades dentales, problemas en los cascos o dificultades respiratorias. La calidad de vida de un burro se ve gradualmente deteriorada y requiere monitorización constante. En la naturaleza el animal se apartaría del grupo, se tumbaría y se dejaría morir o depredadores acabarían con su sufrimiento.
Pero ¿Qué pasa con los animales domésticos? ¿Cómo sabemos cuándo el animal no quiere vivir más? ¿Como sabemos cuando ha llegado el momento de dejarlos ir? En el Refugio la decisión se toma cuando ya no podemos hacer nada más por aliviarles el sufrimiento y la vida del animal se convierte en un suplicio y dolor crónico. Esta decisión nunca se toma a la ligera y sin estudiar previamente todas las posibilidades y no es una decisión fácil en ningún caso.
Este proceso siempre es muy duro para todo el equipo, que está muy implicado y pone mucha pasión en el cuidado y el bienestar de los habitantes del Refugio. Sin embargo tienen la fortaleza de superar estos momentos porque saben que la decisión, aunque dura para los humanos,es la más amable para el animal y que siguen teniendo muchos burros y mulos cuya felicidad y salud depende de ellos.
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